domingo, 8 de marzo de 2009

NIEBLA EN LA MENTE

Había llegado a tal punto de confusión que ya no era capaz de mantenerse en calma, su cabeza se revolvía y buscaba los rincones más tortuosos y oscuros. La ansiedad le iba carcomiendo las entrañas, su desequilibrio era cada vez más evidente, si no hacía algo, sin duda, todo se complicaría aún más.

La mirada, hacía ya tiempo turbia, en estos momentos era esquiva, ya no miraba de frente a nada ni a nadie, casi había llegado a esconderse de sí mismo. Los que le habían conocido le miraban asombrados, se hacían los distraídos a su paso, aunque nada había hecho a nadie, daba miedo su mirada.

Nadie comentaba nada, nadie quería hablar de él, de lo sucedido, de su pasado, era mejor no recordarlo. Si no se repetía, si no se hablaba de ello, tal vez, no habría sucedido, y sin duda era mejor, había que borrarlo de la cabeza.

Su alma, si alguna vez la había tenido, había volado hacia lugares más tranquilos, ya no había paz en su existencia. Le era imposible mantenerse quieto, sosegado durante mucho rato. Necesitaba imperiosamente moverse de un lado a otro, sin saber muy bien para qué o hacia qué, tan solo moverse, eso era lo que necesitaba.

Pero él seguía recorriendo milímetro a milímetro su mente, en busca de alguna esperanza, de algún sosiego, de algo de paz, de alguna luz que le permitiera pensar con un poco de serenidad sobre las últimas semanas. Pero no era consciente ni de esa necesidad, su mirada perdida, extraviada no hacía presagiar nada bueno. Su aspecto desaliñado, sucio, tampoco le ayudaba en nada. Pero que poco le ocupaba a él este asunto, había tanto desorden interior que el exterior para él ni tan siquiera existía, porque el mundo tampoco existía, ni la vida, para él tan solo el dolor era algo real, tangible, reconocible, y era tan agudo que le dolía vivir, respirar, despertarse a cada rato, ¡como dolía vivir sin ella!

Madrid, marzo de 2009
Settembrini

miércoles, 4 de marzo de 2009

EL DÍA DE LA DEMOCRACIA Y EL DE DESPUÉS


Cada cuatro años nuestros queridos representantes, a los que elegimos democráticamente, nos recuerdan que estamos ante uno de esos días en los que debemos sentirnos felices, felices con mayúsculas, pues es el día de la democracia, el día en que podemos ejercer nuestro derecho al voto, libre eso sí, sin condicionamientos, ni mentiras, ni demagogias y, por tanto, qué más podemos desear, ha llegado por fin. La democracia llega a nuestro pueblo o ciudad aunque ya no se anuncie desde coches con aquella megafonía de los primeros tiempos, ahora somos más modernos, utilizamos internet, ¡Cuánto hemos mejorado! Y todo, como no, gracias a nuestros representantes.

Aunque a decir verdad algo ha venido enturbiando últimamente las campañas electorales, nuestros candidatos hablan de movilizarnos en contra de los otros, o sea debemos ir a votar no por el placer del día de la democracia, hay que hacerlo no sea que ganen los otros…… y ya se sabe, como los nuestros nadie lo hará, nosotros somos los mejores, los más íntegros, los más capaces, los más democráticos, los otros…. buenos son los otros, ya se sabe, existen para que el juego democrático como ellos dicen tenga valor, ya que si no existieran habría que inventarlos, para que el día de la democracia pudiera existir, sin ellos aunque no son como nosotros, no hay juego democrático.

Menudo galimatías. El día siguiente es siempre igual: todos ellos han ganado, de una u otra forma, por tanto es como la propia sociedad, ya no hay perdedores, pues eso frustra mucho y no hace ciudadanos felices.

Pues bueno ya está, un día de democracia y cuatro de gobierno, ya están legitimados a pensar por nosotros, a decidir lo que necesitamos, cómo y cuándo lo necesitamos, las promesas electorales son sólo eso, promesas, en definitiva palabras que en gran medida se llevará el viento.

Sería mucho pedir que los legítimos representantes nos representaran día a día, pensando en los ciudadanos , en nuestros problemas, en nuestros barrios, en nuestras calles, en nuestros centros de salud, en nuestras fábricas y trabajos, en nuestro futuro, en el de nuestros hijos, en una educación cargada de futuro, donde se intentara de verdad hacer ciudadanos libres, capaces de pensar, de razonar, en formar hombres críticos, capaces de hacer posible un futuro mejor que cualquiera de los actuales, tan solo pensando en la capacidad de los hombres en ser mejores y hacer mejor las cosas, pues sin duda esto es posible, no es una utopía.

No necesitamos que nos salven de nada ni de nadie, todas las opciones son válidas si son inteligentes, serias, razonables, justas, honradas, ¿es esto tan difícil de entender y poner en práctica?

¿Sería posible no hacer de la política un oficio sino un servicio?, intentémoslo, creo que merece la pena, hay que regenerar la vida pública en general, y con ella todo lo demás, los gobernantes deben gobernar para sus pueblos, los que los eligen para que les representen, para que les defiendan, para que en definitiva les gobiernen con integridad, justicia y lealtad.

Madrid, marzo de 2009
Settembrini

lunes, 16 de febrero de 2009

TAL VEZ UN FINAL


Ya había sucedido, algunos pensaban que todo había obedecido a un plan preestablecido, yo también.

Primero se habló de la crisis económica, de la debacle de los mercados financieros, de los activos tóxicos, sinceramente cuando el ser humano se pone a inventar tonterías, no tiene límites.

El mercado inmobiliario y el despido de los trabajadores del sector no era ya suficiente, no había crédito para seguir consumiendo ni casas ni coches, ni nada de nada.

Todo el mundo estaba en crisis, los grandes constructores, los grandes empresarios, las grandes cadenas de supermercados, todo el mundo estaba en crisis, de golpe todo el mundo era pobre.

La solución siempre la misma: despidos, y si pueden ser baratos mucho mejor, pues la culpa de la crisis era, como siempre había sido, la voracidad de la clase trabajadora, absolutamente insaciable en sus pretensiones.

Qué decir de los extranjeros, de papeles para todos habíamos pasado a que teníamos que empapelarlos a todos, pues la xenofobia, palabra maldita, empezaba a aflorar.

Pero otro nuevo problema había comenzado a plantearse, si despedimos a todos a pesar de los subsidios, y mientras duren, no hay consumo, sin consumo…… ¿qué hacemos?

Como parece que soluciones no tenemos, a algún político de los muchos iluminados que circulan por el mundo, se le puede ocurrir que, si no nos comemos de una vez unos a otros para empezar de cero, ellos, algunos tienen un botoncito que todo lo puede, y zas problema resuelto.


martes, 27 de enero de 2009

VERDAD O FELICIDAD


“La felicidad está en la ignorancia de la verdad”.
Giacomo Leopardi

Ya no recordaba desde cuando veía el mundo desde detrás de aquellos barrotes, no conseguía recordar como era su mundo antes de aquello.

Todos los días era la misma rutina desde hacía demasiado tiempo, ver salir el sol, comenzar un nuevo día, un nuevo día que invariablemente era igual al anterior e igual que el siguiente, la monotonía diaria. Ninguna aventura por vivir, tampoco ningún sobresalto, todo estaba tasado en este su nuevo, viejo mundo. La comida que en nada era distinta de un día a otro, ni las estaciones eran relevantes para él.

Lo que su vista alcanzaba a ver nunca cambiaba, el paisaje que podía observar siempre era el mismo, alterado eso sí, por los cambios de las estaciones, que si bien para él eran indiferentes. Fuera, el tiempo se movía, los árboles brotaban cada primavera y perdían la hoja cada otoño.

Su carcelero se encargaba de que para él nada fuera distinto, ni la temperatura, ni la agitación que cada primavera parecía que conmovían al propio mundo.

Su vida había llegado a tal punto que ya no sabía que era verdad, lo que sucedía tras los barrotes o dentro de ellos, sobre todo porque ya no era capaz de recordar como había sido su vida antes de aquel encierro, difícilmente echaba nada de menos. Algunas veces le parecía recordar momentos de libertad, de felicidad tal vez, pero no creía que todo en aquellos momentos fuera felicidad. Su vida debió de tener un poco de todo, como a todos les sucede. Al fin y al cabo ahora su vida ya estaba tasada, regulada, ¿protegida?, qué difícil encontrar la verdad, lo real cuando hace ya tanto tiempo que la verdad es difusa y la felicidad algo aprendido tras la perdida de la libertad, para poder seguir siendo o sintiéndose feliz.

Una mañana el carcelero olvidó cerrar la ventana de barrotes y el preso no sabía si la felicidad estaba fuera o dentro, si el exterior era la verdad o la verdad se hallaba dentro de la jaula.

Sin dudarlo, voló a un árbol cercano, con miedo, con temor, pero sintió que aquel mundo era el de verdad, su verdad y que por fin se sentía feliz, ahora sí era feliz.